lunes, 10 de enero de 2011

Al doblar la esquina


Ese día se sentía bella. Cuando abrió los ojos sabía qué ropa se iba a poner hoy, cómo se iba a maquillar y de qué forma se arreglaría el cabello.

Se tomó el tiempo adecuado para bañarse y perfumar su cuerpo con una deliciosa crema.
Tomó rápidamente su desayuno y encendió el radio. Bailaba felizmente mientras se vestía y alistaba sus cosas en el bolso.

Miró su reloj y se dió cuenta que era un poco tarde. Sin embargo no le importaba, estaba feliz...

Se puso los anteojos oscuros, el sol pegaba directamente a los ojos y el asfalto chocaba directamente en sus tacones altos, provocando un rítmico tic tac.

Sin querer tarareaba una canción pegajosa que había escuchado en la radio y que realmente no le gustaba mucho, sin embargo no le importaba, estaba feliz...

Hoy al igual que todos los días haría lo mismo.

Pasaría frente al trabajo de esa persona que estremecía sus entrañas. Ese individuo que con sólo una mirada hacía que sus rodillas flaquearan. Él, que con un beso inesperado, logró borrar todos sus pensamientos en un momento, fundiéndolos en un recuerdo eterno con la colonia que él siempre llevaba.

Hoy lo vería. Y eso la haría feliz. Él solo saldría a la puerta encendería un cigarro y le saludaría con la mano. Le diría sin palabras a la lejanía, que se veía bella hoy más que ayer. Ella se sonrojaría y seguiría su camino hacia la oficina y esta simple acción, haría que fuera feliz por el resto del día.

Caminó y sabía que al doblar la esquina, él estaría esperándola. Se acomodó el cabello con la mano y subió el bolso en su hombro.

Sin embargo él no estaba. No estuvo ese día ni el día siguiente. Ni el que siguió...

Ella pensaba, conforme pasaba el tiempo: no viste que pasé cerca de donde estás para que me vieras? Porqué no estabas afuera? Porqué no te he vuelto a ver desde aquella hermosa mañana? Dónde te llevó el destino? No ves que me hace falta ese pensamiento bonito para mi todas las mañanas? No ves que mi corazón te amaba?

Simplemente él nunca regresó... Y el corazón de ella sufre cada vez que, cuando da vuelta a la esquina, no ve a nadie en esa puerta. Nadie que fume un cigarro, ni que tenga el aroma de su colonia, ni que mueva su corazón de la forma en que él lo hacía.

1 comentario:

  1. una hermosa y triste historia, musa... me recuerda una que viví hace muchos años... hace tiempo que no pensaba en ella... cordiales maullidos desde Madrid

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