domingo, 18 de julio de 2010

Cielo de una noche


Imagina una noche cualquiera.

Una noche en la cual un hermoso ser conocido de tiempos pasados regresa a la vida de otro ser, apareciendo sin que ninguno de los dos lo esperase. Ellos nunca imaginaron nada fuera de lo normal, sólo lo que un par de copas pueda traer a una conversación cualquiera, normal, sin altibajos, sin instintos a flor de piel (al menos no percibidos a simple vista). Sólo son un par de amigos que han compartido poco, pero sin querer se conocen de toda una vida.

El humo relajante de un cigarro combinado con el alcohol de un par de copas empieza a nublar los pensamientos de los dos seres que comparten en la mesa. Nada porqué temer.

Una copa lleva a otra, una palabra sigue a la frase anterior. Una caricia responde a una mirada y un par de labios se acercan demasiado a otros, los cuales se funden en un apasionado beso.

-Que hacemos acá? Pregunta uno de los seres.
- No lo sé, responde su acompañante.

Una cama, detrás de una puerta... Una nueva copa que acompaña una música lenta y seductora.

Caricias en lugares olvidados. Besos que te arrancan el alma. Abrazos que tocan tus entrañas. Miradas que satisfacen la lujuria del momento, disfrutando de la desnudez de ambos cuerpos. Delicados mordiscos que dejan salir deliciosos gemidos de dos amantes entregados a la pasión, llevados por la atracción de sus cuerpos, uniéndose en uno sólo.

-Es pecado lo que hacemos? Perdimos el cielo por la eternidad? o se ha ganado en el disfrute de un momento en el que sucumbimos ante la carne? La verdad... no importa, es la respuesta de ambos.

-Las horas han pasado y la luz está por llegar. He de partir, necesito descansar.
-Quédate a mi lado, no me importa. Quédate que hoy necesito de tu cuerpo para satisfacer el mío. Eres mi cielo por esta noche y mi cielo no lo voy a dejar ir.
-Lo haré mientras la oscuridad esté de nuestro lado, déjame entonces disfrutar de tu cuerpo otra vez, que ésta noche que está a punto de terminar me incita a probarte de nuevo.

La luz llega. Uno de los seres parte, dejando atrás una puerta, una cama, una caricia que no olvidará, un beso delicioso, un abrazo entrañable, una mirada propia de una sola noche, un amante intenso, un cielo ganado en tan sólo un momento de debilidad.

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